Preocuparse, intentar tener las cosas bajo control, pensar en lo que pasará... Gran parte de nuestro tiempo de vida lo pasamos en cosas como éstas, a veces nos complicamos más la vida con lo sencilla que resultaría si la dejásemos fluir a su gusto. Todo esto por supuesto, no lo hacemos para no ser felices, no no, eso es precisamente lo que queremos ser y para lo que al fin y al cabo vivimos. Sin embargo, deseamos "controlar" nuestra felicidad, pensamos en que sí y que no nos puede hacer felices, como si a veces lo supieramos todo.
Entonces, no damos la oportunidad a lo nuevo, a lo inesperado, a lo incierto y desconocido. Algo que se desconoce, puede conocerse, sólo hay que estar dispuesto. Pero desconfiamos de lo desconocido, es como si resultara malo de por sí, como algo que no está bien conocer y que es mejor que no cojamos y dejemos ahí. Supongo que a veces eso nos viene de lo mítico que te dicen tus padres acerca de los desconocidos, gente "mala" y que te hará daño si te acercas lo más mínimo.
Somos como un poco "principitos" viviendo en nuestro planeta con la misma flor, pensando que nada podrá ser tan bueno como ella...
Pero a veces sin esperarlo, descubres que la incertidumbre te ofrece algo que la preocupación no te dará nunca: la libertad para abrirte a lo desconocido. La incertidumbre, lo inesperado, lo desconocido, generan como un factor sorpresa, no esperas su aparición, simplemente llega, es improvisado. Me gusta lo improvisado. Te da la libertad de no pensar qué será lo siguiente que pasará, es dejarse llevar por los acontecimientos, por el momento. Es un "carpe diem". Algunos pequeños placeres salen de lo improvisado, lo planeado suele estar demasiado determinado y puede no ofrecernos el mismo sentimiento. No predecir que será lo siguiente te da la libertad para sorprenderte.
Porque a veces cuando descubres lo desconocido, se convierte en lo que más deseaste conocer...

Somos como un poco "principitos" viviendo en nuestro planeta con la misma flor, pensando que nada podrá ser tan bueno como ella...
Pero a veces sin esperarlo, descubres que la incertidumbre te ofrece algo que la preocupación no te dará nunca: la libertad para abrirte a lo desconocido. La incertidumbre, lo inesperado, lo desconocido, generan como un factor sorpresa, no esperas su aparición, simplemente llega, es improvisado. Me gusta lo improvisado. Te da la libertad de no pensar qué será lo siguiente que pasará, es dejarse llevar por los acontecimientos, por el momento. Es un "carpe diem". Algunos pequeños placeres salen de lo improvisado, lo planeado suele estar demasiado determinado y puede no ofrecernos el mismo sentimiento. No predecir que será lo siguiente te da la libertad para sorprenderte.
Porque a veces cuando descubres lo desconocido, se convierte en lo que más deseaste conocer...
Puedes respirar más de mil veces al día y quedarte sin aliento en tan sólo un instante.
Estar rodeado de muchas cosas y ser feliz con tener solamente una.
Tener un día de perros capaz de cambiar con una sonrisa regalada.
Puedes tenerlo todo sin que nada te pertenezca.
Comentarios
Publicar un comentario
Comenta tus propios atropellamientos...