Ya casi hace una semana desde que volvimos de nuestro querido CCD, algunos aún seguimos con morriña y adecuándonos poco a poco a nuestra vida normal, pero lo que sí creo que guardamos todos en común es un bonito recuerdo.
Yo el recuerdo que guardo siempre de todos los campamentos, que ya no son pocos, es la sorpresa que me llevo con algunos de los niños. Como en todas las relaciones personales, al principio digamos que "catamos" al niño y hacemos así como una valoración mental de "parece riquiño" y demás cosas sin fundamento ninguno, meramente intuitivo. Pero bueno, eso aún resulta divertido, y a la vez, luego cuando lo conoces hace que te lleves la sorpresa mencionada. Y es que vayan de macarras, de sabelotodo o de reservados, siempre sorprenden. Supongo que así como dije en la anterior entrada, también ellos son "especiales" en el campamento. A veces noto como que en casa uno puede ser un "cafre" o te dicen que no se porta bien, pero es pisar Lourenzá y su actitud cambia. Forman grupo, atienden a los que se quedan "descolgados", respetan las órdenes de los monitores... Es cierto que puede sonar un poco utópico todo, como si estuviera diciendo que todos se portan genial, pero me refiero más a una sensación general, puesto que unos colaboran más que otros para crear el buen ambiente, pero la percepción es como más general que individual.
Que luego individualmente también me tengo llevado muchas sorpresas, de esas en las que sale el mítico "jo, que riquiñ@". Supongo que puede ser el querer integrarse, el querer formar buenos amigos, el sentirse querido, todo lo que hace dar a los niños también lo mejor de ellos mismos y decir o hacer en ocasiones esas cosas que tanto me sorprenden.
Pero si algo los diferencia también de nosotros es la inocencia, tal vez más dada en los pequeños que en los grandes, pero muchas veces bastante común al grupo en general. Porque la inocencia creo que es de las cosas más bonitas que se pueden tener, y es una pena que la acabemos perdiendo casi sin darnos cuenta. Porque significa tener entre otras cosas, como le explicamos este año a los niños, un corazón limpio. Tener una mirada limpia, sin prejuicios, mirar al otro realmente con el corazón y sin maldad ninguna.
Tener una mirada inocente.
Me encanta tener la oportunidad de ver eso cada año...
Yo el recuerdo que guardo siempre de todos los campamentos, que ya no son pocos, es la sorpresa que me llevo con algunos de los niños. Como en todas las relaciones personales, al principio digamos que "catamos" al niño y hacemos así como una valoración mental de "parece riquiño" y demás cosas sin fundamento ninguno, meramente intuitivo. Pero bueno, eso aún resulta divertido, y a la vez, luego cuando lo conoces hace que te lleves la sorpresa mencionada. Y es que vayan de macarras, de sabelotodo o de reservados, siempre sorprenden. Supongo que así como dije en la anterior entrada, también ellos son "especiales" en el campamento. A veces noto como que en casa uno puede ser un "cafre" o te dicen que no se porta bien, pero es pisar Lourenzá y su actitud cambia. Forman grupo, atienden a los que se quedan "descolgados", respetan las órdenes de los monitores... Es cierto que puede sonar un poco utópico todo, como si estuviera diciendo que todos se portan genial, pero me refiero más a una sensación general, puesto que unos colaboran más que otros para crear el buen ambiente, pero la percepción es como más general que individual.
Que luego individualmente también me tengo llevado muchas sorpresas, de esas en las que sale el mítico "jo, que riquiñ@". Supongo que puede ser el querer integrarse, el querer formar buenos amigos, el sentirse querido, todo lo que hace dar a los niños también lo mejor de ellos mismos y decir o hacer en ocasiones esas cosas que tanto me sorprenden.
Pero si algo los diferencia también de nosotros es la inocencia, tal vez más dada en los pequeños que en los grandes, pero muchas veces bastante común al grupo en general. Porque la inocencia creo que es de las cosas más bonitas que se pueden tener, y es una pena que la acabemos perdiendo casi sin darnos cuenta. Porque significa tener entre otras cosas, como le explicamos este año a los niños, un corazón limpio. Tener una mirada limpia, sin prejuicios, mirar al otro realmente con el corazón y sin maldad ninguna.
Tener una mirada inocente.
Me encanta tener la oportunidad de ver eso cada año...
"Os aseguro que si no cambiáis y os hacéis como niños, no entraréis en el Reino de los Cielos. El que se haga pequeño como este niño, será el más grande en el Reino de los Cielos. El que acoge a un niño como éste en mi nombre, me acoge a mí."

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