Siempre fui de las que decía no querer clasificar las relaciones , no definir cuál es el más amigo y el menos, a quién quiero tanto y a quién casi no quiero. Me resultaba como robótico querer determinarlo todo. Sin embargo, me surge una cierta hipocresía al decir esto, dado que tal vez nunca las defino como tal, pero normalmente sí suelo tener claro lo que es para mí cada persona. No siempre con exactitud, porque las cosas que surgen de nuestro corazón no son blancas o negras, ni totalmente definibles, ni quedan a veces claras en todo su contexto, ni siquiera para nosotros mismos. Porque si lo esencial es invisible a los ojos, tampoco se puede querer a nadie con la cabeza, sino con nuestro a veces complicado corazón. De todas formas, en lo que se refiere a los demás, suele resultar todo aún más complicado. Depende no sólo de lo que cada uno siente y quiera expresar, también de lo que la otra persona siente por ti, de cómo se relaciona contigo, de cómo te demuestra eso que siente. Y...
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